Yo también quiero vivir viejo


Hoy vi una escena que me despertó la curiosidad y que me dejó vivas las ganas de ser viejo. Sí, quiero ser viejo. Hoy quiero tener más de 65 años y caminar cansado por las calles santiaguinas.


Este senil deseo, gracias a un senil amigo, con quien no hablé, ni a quién ayudé ni me ayudó. Simplemente hizo parar el colectivo donde yo iba y se subió (por cierto, con algo de dificultad). Sacó con un enorme sufrimiento $200 de su bolsillo (me consta, iba sentado al lado y los vi), y se los entregó al conductor con cierta prepotencia y junto con la frase: "ahí tiene, lléveme, no puedo ir caminando". Seguramente cuando el chofer vio su paga pensó en lo mal del asunto. Era injusto pagar $200 de $400 que es el valor del pasaje. Pero sería más injusto decirle al pobre viejito, "No!, son $400, todos pagan lo mismo. Si no tiene se me baja". Con eso las miradas inquisidoras de los pasajeros lo echarían a él de su propio auto.


Dejémos la historia. Volvamos al inicio. Sí, quiero ser viejo. Quiero caminar despacio, y siempre ganar, sacar algo de provecho. Pero no quiero ser cualquier anciano, y ahí está el asunto. Quiero ser de esos que reciben la pensión solidaria del fabuloso Estado chileno, y la complementan con "algunos" ahorritos extra. Y me quiero quejar. Quiero enojarme en la fila del supermercado porque un mocoso mal educado no me deja pasar. Ponerle la mejor cara de cansado al estudiante de la micro o del metro, ya saben para qué. Quiero ser el viejito simpaticón cuando me complazca, y me convenga. Quiero vivir sin pagarle un peso a nadie. Porque es de mala clase tratarme mal, cobrarle a un simple anciano que está apunto de expirar. Quiero ser uno de ellos. Sentarme en la mejor silla, tener la sabiduría y pagar siempre menos de lo que corresponde, porque soy viejo y estoy cansado, y no puedo, porque simplemente, no puedo.De esos quiero ser. A ellos pertenecer. No quiero ser una isla más, repleta de recuerdos, navegando a la deriva en algún centro de reposo. Espero que esos ancianos no existan cuando me toque a mi. Yo quiero ser de los otros. Esos que están llenos de pequeñas comodidades, y se quejan. Que de aburridos salen a caminar, y se quejan. Que no saben dónde ni qué comprar, y se quejan. De esos.
Tal vez exagero y soy algo injusto. Quizás no todos son así. Lo admito. Pero si en un país casi desarrollado no somos capaces de dar estas pequeñas comodidas a nuestros ancianos, sentemonos a pensar junto a uno de ellos, al más triste, en qué clase de sociedad estamos viviendo.

N.d.R.: Las opiniones aquí expuestas no representan el pensamiento de quien las escribe. O cómo dice Carlos Caszely, "tengo derecho a no estar de acuerdo con lo que pienso".
y tú ¿qué piensas?

Cuántos se han iiiiiiiiidddooooo yaaaaaaa...tan tan


Gracias a los pedidos por actualizar el blog. Ahora no lo abandonaré. Y para volver, qué mejor que empezar el año con el que se fue. Un año extraño. Pasado. Con sobrinos y sobrinas, esos que son pero no lo son, pero que algún día me dirán tío, si sus padres, mis amigos, los dejan.

Un año de crecimientos. Un año de reproducción humana. De pañales. Un año con un golpe
certero en el mentón, de esos que te dejan medio mareado, tambalenado, pero conciente de
estar apunto de perder la conciencia. Y cuando vuelves, te das cuenta de que el año te tenía
preparado un plato extraño en la mesa, y que sentados están tus amigos ya con sus propias
familias y niños. Y sin saber te serviste gran parte del plato a cucharas ansiosas.

Un año de responsabilidades ajenas, que más temprano que tarde pasaron por mi tanjente y
se llevaron algunas noches de buenas cervezas, rock y guitarras. Sin embargo, no me quejo,
no he perdido nada. He aprendido a saber que el futuro se hace a través de ciclos, y no se
forja con una idea diaria para conquistar el mundo. Para eso está Pinky y Cerebro (que de
hecho, fallan diariamente). Ahora sé que no vale mucho la pena pensar dónde y con quién
me tomaré la cerveza obligada del fin de semana, sino que es mejor encontrar la forma de
que la próxima botella sea la más sabroza de todas, no importa cuándo.

Un año de separaciones. Creencias politico-reliogiosas-ideologistas-musicales, que
terminaron por separar una buena banda de amigos. Triste.

Doce meses que me hacen (re)pensar que la mujer que tengo a mi lado es la que quiero.
Un año con sabor a mucho, y que deja demasiado. Para pensar, para estudiar, para
aprender de errores y de triunfos. Ajenos y propios.

Un año de ambiciones. De poder adquisitivo, que se gastará la mayoría siempre en casa.

Un año para envejecer más. Quizás mucho, o por lo menos más de lo que se temía. tanto
para asustarse, y no querer crecer, quedarse quieto, haciendo nada, mirando fijo,
escuchando música, leyendo un libro, sentado. Morir jóvenes, como grita Layne Stanley.No
mejor, no. Morir viejos, pensándo en dónde y cúando abrir la próxima botella.

Saludos a los amigos aquí mencionados.
Deje su mensaje abajo.